sábado, 14 de agosto de 2010

En Noviembre hace frío

Bailas muy bien. Vas y vienes, pero nunca te quedas. Mientras yo sigo tu silueta casi hipnotizada por ese ir y venir. Se me hace normal, nunca pido más porque ya no quiero más ¿Acaso dueles o soy yo autoflagelándome con unos recuerdos marchitos? No me gustas. Vas y vienes con tu cabello áspero. No se siente bien. Te acuestas a mi lado, me pides que te abrace, me quieres besar y es como estar en la morgue junto al cadáver de cualquier desconocido. Vas y vienes de nuevo. Dices un te amo impostor, ya no me conoces y te has olvidado de mi corazón. Hueles a cigarro, alcohol y a miseria. Tratas de atacarme y yo me quedo ahí. Pierdo la paciencia y me da asco estar cerca de ti ¿Qué buscas en un lugar donde nada se te ha perdido? Te pido que te vayas, te pido que regreses. Vas y vienes. Regresas con tu número de tercera, otra foto en mi lugar de tu billetera, otra farsa y mientras tanto tu sigues bailando muy bien. Yo me dejo llorar, yo me dejo sentir, sin pena, sin nada ¿Acaso tengo algo que perder? Es bizarro, hasta gore, saber cómo destruyes. Me acuesto a dormir. Al despertar, sigues ahí con tu pose pueril sobre el piso de mi casa. Otro sucio más que barrer, pero te levantas. Finges no recordar nada, pides perdón, te lo concedo. Te metes en mi cama de nuevo, te metes en mi cuello y vas y vienes con tus ruiditos prefabricados que ya nada valen y yo te sigo el juego. Bailo contigo, voy y vengo, te pongo otro apodo, me mojo mis labios con los tuyos y ya me quemas como el hielo seco. Juego con mis dedos en tu pelo y te huelo detestando cada vez más el olor del alcohol, con el aliento de la mañana y un perfume que no te luce para nada. Te veo de cerca, en primerísimo primer plano, hago un detalle. Un mechón de tu cabello y tus ojos vacíos como tu pozo de los deseos que se consume en puro deseo. Sigo allí evitando el mismo desenlace trágico de siempre, el hasta nunca que nunca que se repite, con mi sonrisa que no espera nada y te levantas para irte de nuevo. Vas y vienes, ya ansío que te vayas que camines por esa puerta y que tu silueta ya no venga. Te digo un chao de rutina. Mi táctica es tu táctica fría. Prometo cuidarme, te deseo todo el bien y toda la distancia. De nuevo fui engañada. Cupido me trajo a otro impostor.

Prepotencia

La gente dice que es actitud, una manera de defenderse o de esconderse. Yo hoy veo mi prepotencia como un defecto. Siento que juego a tirar los dados en las vidas de otros, hoy por primera vez me doy cuenta de ello porque perdí un “juego” que no quería perder. Quizá el más doloroso: el amor. No nací para perder porque tampoco me interesa ganar. Mi actitud es peor, es decir me lo merezco. Creo que por pensar así, por pensar que tengo que obtener algo sencillamente porque lo valgo, porque me entrego y lo merezco, no lucho. Luchar no tiene que ver con dar ni con esmero ni con trabajo. Tiene que ver con soportar, tolerar y seguir. Si pensáramos que la lucha es de esa forma creo que muchas guerras se hubiesen evitado. Si creyéramos eso, las sorpresas de la vida no serian tan repentinas. Hace poco alguien me dijo “no quiero subir hasta la cima de la montaña para luego caerme”. Pensamos en economía de emociones, en acercarnos a donde no nos sintamos vulnerables y alejarnos de cualquier lugar donde no nos sintamos cómodos. Pensé en la cima de la montaña como un lugar al que hay que esforzarse para subir. Arriba la vista se hace más sencilla, hasta te sientes parte de esa grandeza, respiras aire más puro y estás más cerca del cielo. Puedes caer, sólo si quieres caerte, o puedes bajar. Siempre es más difícil subir que bajar. Cuando bajas te sabes el camino, conoces los obstáculos. Pero está la latencia de creer que alguien te empujará y caerás de una manera trágica. La mayoría de las veces perdemos tiempo pensando en eso y olvidamos que podemos bajar. Al final, bajar y subir termina siendo igual de placentero, subes con un reto, bajas con un logro y seguramente quieres volver a subir por más. Me toca subir de nuevo, pisando mi prepotencia. Cuando tenga que bajar ya no seré más prepotente, ya mi reto será otro, uno más grande. Porque el éxito, la belleza, la bondad, las buenas energías y no atraen todo, eso es paja. Aunque creas que eres uno de los mejores, siempre debes una lucha. Yo estoy empezando. 

Espejo

Narciso fue condenado a enamorarse de sí mismo, tanto que según el mito, su vida acabó tras arrojarse a las aguas persiguiendo su reflejo. Una vez conocí a alguien maravilloso, con una sonrisa que podía hacer que el tiempo se suspendiera. El ensueño, el frenesí, la pasión y la empatía enjambraron una red que parecía amor. Quizá, hasta ahora, los momentos más maravillosos e increíbles de mi vida sean anécdotas con esta persona. No había nada que pensar, éramos un equipo. Si yo cocinaba, tú fregabas los platos, y si no, los dejábamos por allí regados sólo para amarnos. Siempre me dabas un sí y yo también te los daba a ti. Éramos una cadena de acero indestructible ante tanto mal de ojo. Eran tiempos donde la "Media Naranja" era sinónimo de ti. Llenamos nuestra vida de aventuras y compartimos un paisaje seductor. Estábamos pendiente de cada detalle de nuestras vidas sólo para resguardarnos y no perdernos. Pero había que condimentar tanta armonía, provocar un feedback para llamar más la atención. Teníamos que sucumbir ante tentaciones y empezar a arruinarlo todo. Hasta en eso seguimos acompasando. Pero aún había efervescencia y electricidad. Nuestras manos no podían sólo encontrarse sin amarse. Decidimos repetir. Con rencores, dudas y tragos amargos renacimos como el Ave Fénix de las cenizas y el amor rebasó al idílico sentimiento anterior. Comenzamos a ser inseparables y no sé cuando nos convertimos en uno, parecía atractivo compartir la misma cama y tener el mismo olor. Usar la misma ducha y saborear los mismos aromas cada día. No teníamos ya nada que contarnos porque lo compartíamos todo. Sin darnos cuenta, por tener tanto nos quedamos sin nada. Empezamos a experimentar con gritos, llanto y orgasmos reconciliantes. Y de zopetón cualquier disgusto, nos separó. Lejos, ya no eras lo mismo, cambiaste cada detalle, cada cualidad y cada defecto por uno peor. Lejos, te veías distinto. Lejos, me di cuenta que siempre fuiste mi reflejo. Hoy reflejas a otros e igualmente te va bien. Complacerme desplazó tu naturaleza, no hubiese podido enamorarme de ti si hubiese sabido la madera de tu esencia. Pero pasó. Recuerdo tu reflejo en mi espejo. No lo persigo, no quiero perderme. Sólo que por lo que nos unió, temo que te ahogues reflejando a los demás.

Corre

Le creeré al viento y tomaré las oportunidades, dejaré de hacerme complicado el camino. Siento que eso nos pasa, que le hacemos caso a espejismos bufonescos que se mofan de nuestra cordura. Creo que nos cuesta seguir por estar aferrados a convicciones de humo. Por creer que algunos aromas serán eternos y, en resumidas cuentas, por confiar. Confiar es el verbo y la acción más peligrosa que han acuñado los humanos. La confianza es un sustantivo abstracto cuya realización va del timbo al tambo, como una veleta a la deriva. Quizás hoy escuchemos un credo que sale de nuestras bocas o de las de otros y mañana rece algo diferente. Le atribuimos los cambios a la evolución, los hacemos llamar reivindicación. A veces sucede que algunos ni siquiera se percatan y siguen dando círculos, cayendo en sus papilas gustativas y siendo un lugar común. Hoy miro a las caras de todos y ya no busco confianza, creo que eso es un anhelo romántico. Hay que ser egoísta siendo generoso, hay que dejar de esperar sin juzgar. No hay que recriminar nada, eso sólo desencadena el desgaste y el estancamiento. Nadie merece un altar, nadie merece la hoguera. Sencillamente hay que pasar sin mirar a los lados, para evitar que la locura haga su espectáculo. No confío en nadie, no quiero hacerlo, no necesito hacerlo. El tiempo pasa muy lento para los que esperan y hoy decido correr, sudar, y estar sólo con los que me lleven el ritmo, con quienes estén en la misma carrera pero en diferente carril, con quienes peleen su propia lucha y estén en mi mismo nivel. Los demás se quedan atrás y en un sitio que ya no espera nada y donde nada tengo que dar. Como dice Aristóteles en su Poética, las acciones se componen de principio, medio y fin. Cuando ese fin tiene olor a decepción recordamos que existe la confianza y la cosa se hace un poco más agónica. Prefiero esconder ese concepto, hacer que los finales sean súbitos y se consuman en ese sólo momento. Amigos son todos, amores son muchos. Da lo que nadie da y corta la cadena. Corre.

Oasis

Trato de ser lo mejor para ti. Trato de ser lo mejor para los dos. Trato de controlar mis emociones y mis palabras. Trato de manejar pensamientos, pero me aburre sentir así, tratando. No quiero dejarte pasar, no mereces ser fugaz. Menos un espejismo. Me pierdo en tus ojos buscando una esperanza, me quiero perder en ti para encontrar otro camino. Me muestras las cosas que he anhelado durante mucho tiempo, me las asomas sin conocerme y me siento una estupida por no mandar a volar todo lo que realmente le resta color a mis días. No sé si seremos felices, no sé si todo esto que día a día adornas sea verdad. Lo que sé es que cada vez que te vas, pareciera que la película se pausa y mi cabeza comienza a dar vueltas mientras te extraña. Me da miedo comenzar de nuevo, tengo la suerte de tener un imán muy atractivo, pero descubrí que me aterra sonreír, sentir vacíos en el estómago, perder la cabeza, soñar, hacer planes cristalinos y débiles como burbujas que explotan en el aire. En el fondo, no me gusta amar, no me gusta mostrar mi lado vulnerable, no me gusta recordar cosas que sean parte de algo que se terminó. No sueño con la persona perfecta, pasó a segundo plano, quizá por eso no te tomo fuerte de la mano y no corro lejos contigo. Me aferro a distracciones como el trabajo, me consumo en mi cerebro a veces divagando, otras concibiendo ideas grandiosas que no tengan que ver conmigo sino con mi alter ego o lo de afuera. Me gusta crear conceptos, aferrarme a mi talento y a mi intelecto. Dejarle la pasión a un buen libro y sufrir al personaje. Creo que mi historia por ahora me resulta dolorosa y la he puesto en pausa. Sé que pronto avanzaré, no sé cuando. Sé que me daré otro chance pero ahora no consigo la salida de esa nueva oportunidad, la buscaré en otras tierras, si huyes conmigo ahí estaré. Por ahora no quiero hacerte daño, aunque paradójicamente empieces a dibujarte dentro de mí. Seguiré mirándote, escuchándote y estando allí, porque eres fascinante. Quizás me he sacado la lotería y no puedo creerlo. Por ahora, le doy espacio al shock. Pronto seré para ti.

Delfos



A veces me odio por ser mi propio oráculo, por tener olfato de sabueso, por una intuición que acierta. Pero no es así de fácil, no es que así me evito desenlaces, no resuelvo todo porque mi cerebro junte las piezas. Suelo omitirlo, suelo ser visceral, suelo probar mi frente contra el asfalto. La verdad nunca se rompe. Siempre sigo viva pero estoy allí, herida, curando la sangre, frotando el morado, esperando que sane y soportando el dolor. Hoy te vi y llegaste como un león, furioso, seguro, despiadado, dispuesto a devorar y no pudiste. Ahí estaba yo como carnada fácil, la que te dijo que te amaba, la que se quitó la careta, la que supo llorarte sin pedirte que volvieras, estaba ahí de pie. De nuevo de pie, como la vida me enseña, raspada, herida, pero firme. Radiante como una cachetada, controlada como una rutina ensayada. Temblé no lo niego, tu show logró sacudirme pero no me hizo caer. Con ojos secos te miré pocas veces, las necesarias, las que me permití y mirarte no fue la nostalgia, tampoco la melancolía, mucho menos la rabia. Mirarte fue una inyección de energía y de desprendimiento, captar una muestra, fotografiar tu desolación disfrazada de tranquilidad. Saber que el show debe continuar y que tu ya tienes el tuyo y que yo puedo mirar tras bastidores y desbaratar tu pantomima sin que lo adviertas. Sin sorprenderme por el casting, mucho menos por la trama. Haciendo gala de mí en diez minutos. No pudiste conmigo, yo también soy depredadora. Muchos rostros, muchos cuerpos, muchos contrastes, muchos orgasmos y mucho vacío. Mientras eso pasa más inalcanzable me convierto, más lejos de tu hábitat me refugio y más cerca de conseguirme me encuentro. Mientras tu te esmeras en sacarme de tus almohadas, yo más te meto para cansarme de ti, para dejarte libre como los sueños, para no depender de recuerdos, para no temblar cuando te vea.

Adolescencia

Extraño acostarme a ver comiquitas con mi hermano, tomar una siesta cada tarde y hablar por teléfono como una adolescente. Recuerdo que no comía nada, me atiborraba de chocolates y Mc Donalds. Tenía muchos amigos y no me gustaba tener novio, sólo quería oír música, bailar y tocar guitarra. Mis amigas sufrían y yo también, no me acuerdo mucho por qué, si cada viernes y sábado era una fiesta. Cada vez era un fastidio pedirle permiso a mi mamá para algo. Siempre pensaban mal de mí, desde mi familia hasta el jet set adolescente de mi colegio. Pero paradójicamente era una heroína moderna, era una chica criticada por sus maneras desinhibidas pero a la vez envidiada por su valentía. Era muy libre, paseaba por la ciudad fumándome una cajetilla de cigarros, sin rumbo, hablando con cualquiera y estando con nadie. Tenía cuadernos donde escribía mis hazañas ateneístas y de carrito por puesto. No era hippie ni piedrera, era bastante extraña, sé que si tuviese una hija así tampoco la entendiera. No era bella, pero sí era encantadora, o es que esa moda plasticosa de los 90’s tardíos me hace pensar que no era muy agraciada. Extrañamente le gustaba a los chicos, a las chicas, a los hombres mayores y hasta a las profesoras. Raro. A veces no me invitaban a fiestas colegiales para que no fuese la “sensación”. Recuerdo que llegaron las drogas y me picaron el ojo, observé las sobredosis de mis amigos del colegio de músicos, uno a uno, rehab, Hogares CREA. Prefiero no recordar más de eso. Luego llegó el amor, las escapadas, las mentiras, la inconsciencia y siempre salí bien librada. Me gasto el mejor ángel de la guarda. Mi mejor amiga murió y no me atreví a verla en una caja. Dejé de llorar por un sufrimiento con sabor a menstruación y espinillas, para empezar a saber cómo duele el alma de verdad. Crecí y no me di cuenta. Ya casi no lloro. Ya no escribo cartas, ni mantengo un diario. Ya no descanso sin saber que estoy descansando. Lo extraño. 

Control

No es la película de la vida de Ian Curtis. Es lo que tú pretendías hacer conmigo. Como jamás te atreviste a establecer prohibiciones, ni parámetros, ni siquiera trazar tus límites, concebiste controlarme indirectamente. Atacabas desde la retaguardia, valga la redundancia, todo era de manera lejana. Toda la artimaña se veía borrosa porque escogías puntos estratégicos de ataque que ya yo creía superados o por lo menos, empolvados. Tratabas de lustrar lo que para mí ya había perdido brillo y seguía allí, en la caja de Pandora que se hace llamar mi baúl de los recuerdos. Tú, algo nuevo, impoluto, inocente a mi mirada, observabas con rapidez mis talones de Aquiles y con tu batuta inclemente golpeabas despacito, como si fuese un tropiezo, un resbalón que se escapó de tus manos húmedas que le tuvieron miedo a tanta carne que tocar. Tú la persona que al menos, intenté conservar, no te lo creíste y así empezaste con inocencia a cavar un huequito que se convirtió en tumba. Tú, que no creo que leas esto, pero por lo menos me hace bien sacar esta lucidez analítica con la que resuelvo lo que nos pasó, estás allí esperando que la sirena se convierta en ratón. Buscas cuerpos que te reafirmen tu grandeza mientras extrañas el mío con rabia, porque me fui y aún más porque me fui sintiéndote. Lo sabes. Yo no tengo complejos para admitir mis debilidades ni mis adicciones, por el contrario, estoy acá para solucionarme y solucionándote me descubro. Tú, me quitaste suspiros, me diste alegrías pero con un precio socavado y premeditado. Lo penoso es que tú no sabes aún descifrar ese modus operandi, enfermo y placentero cual asesino en serie que se pierde con cada muerte. Tú, que hoy desfilas por la pasarela de la banalidad y autodestrucción, con pie firme, con mirada en alto, no te das cuenta que vas caminando en picada, hacia abajo, donde las sombras no existen. Donde todo es sombra. 

Olor a picadura de los domingos



Cada domingo llegaba y tocaba el intercomunicador. Oía su voz y mi corazón empezaba a galopar mientras bajaba el ascensor. Su aroma era fuerte, de esas que dejan una estela impregnada en el aire. La picadura de pipa se confundía con su perfume, la crema para la resequedad de las manos y su olor de padre. Lo saludaba con un abrazo fuerte, pero más que cariño era fascinación por tan particular olor, en un intento de quedar perfumada a la mezcla de tabaco que extasiaba mis fosas nasales. Madera dulce olor a manzana, chocolate, cerezas, que delataban más la soltería que la paternidad. Muchos domingos él no llegaba y el aroma de picadura me engañaba en un arrebato de nostalgia y desesperación de Electra enamorada. Muchas otras veces he sentido aquel olor en algún lugar, como una ráfaga que arrastra y agita los recuerdos de la infancia. Los pedazos de picadura regados en el carro de mi padre son como los domingos de mi niñez desordenados por el tiempo. Tanto disfrutaba ese olor que opté por regalarle a mi padre en cualquier ocasión festiva –desde cumpleaños, día del padre o cualquier circunstancia que se le pareciera- sobres de tabaco de distintos sabores. Iba a “La casa del fumador” cual alquimista, buscando el elíxir de ese olor. Trataba de arrebatar el néctar a una flor que no era mía. Nunca pude, sólo me conformo con recordar que al menos intenté acercarme al perfume inalcanzable de una paternidad frustrada. Hoy ya dejé partir a mi padre, lo dejé libre como el olor de pipa de los domingos que cada lunes se acababa. El pecho se me estremece, ya no es cuestión de empatía olfativa, ni de complejo de Electra intensificado. Es la viva imagen de mi padre merodeando mis recuerdos, arrancando una sonrisa que perdona un abandono. Como el tabaco consumido en la cánula, como el humo que se va después de una dulce bocanada.

viernes, 13 de agosto de 2010

En la mira



El mundo me deprime, pero te encontré. Quiero arrugarme contigo. Haces que toda la mierda de seres humanos no signifiquen nada si estoy a tu lado. Es como estar en bonanza y oler Chanel N°5. Sabes manejarme y quererme. Quieres soportarme y ayudarme. Siento que el mundo es una larga fila de hipócritas sentados en un estrado para criticar a los que desfilan, cuando ellos son incapaces de pararse. Ya la gran mayoría no sabe ser artificial (lo que acabo de decir puede ser –para los que entendieron realmente- un gran tema de reflexión). Ahora la gente hace el ridículo y está bien ¿No se dan cuenta que el mundo gira en torno al ridículo? Todos esperan que alguien la cague y si no la caga nadie, pues fácilmente se puede encontrar a un falso culpable. Todo el mundo quiere ser famoso así no tenga talento, es un fenómeno que ya capturó los ojos de los grandes teóricos, hiper-modernidad. La vida fácil deslumbra, el pobre tiene que disfrazarse en este siglo tan “chic” ¿Amar? Es una cursilería dramática que está dejando pendeja hasta a Lupita Ferrer, y por eso preferimos intercambiar fluidos hasta que la lucha contra el sida sea aún más absurda.
Creo que estoy muy despierta ante toda esta cochinada y tú me sedas, igualmente mis glóbulos blancos no me permiten amargarme o suicidarme como una “rebelde” consciente de su entorno. Eres mi día libre, mi fin de semana de 200 horas, mi spa personal y mi confidente. Tenemos lo que todos envidian, lo que somos capaces de matar en un instante. Sólo tú sabrás realmente cuando estoy mal, confío en tu hombro, tú me impulsas y me recuerdas de qué estoy hecha. Hoy me dijiste que me voy a raspar, que lo que quiero me va a arder, que me caeré, que no será fácil, que me levantaré, que sentiré que no podré más y que la lucha duele. Menos mal que tú lo sabes, yo sólo cumplo con ponerme en la mira, soportar y seguir. Si creo en mí y te tengo a mi lado el destino ya está echado. 

¡Es fantástico reflexionar! (parte I)



El primer te amo se escapa de los labios sin hacernos caso. Forma parte del contrabando de emociones. No importa cuánto pretendamos retenerlo, evadirlo o demorarlo. El corazón se alivia de una emoción comprimida y añejada en un te quiero, muchas veces por una rebelión de nervios y otras por una resolución premeditada. Me gusta decirlo como si mi lengua estuviese poseída, me gusta cuando lo digo sin darme cuenta. Como un orgasmo del inconsciente, en un ademán de que lo dicho es inevitablemente cierto. El primer te amo es valiente y avergonzado, resuena entre dientes. Es un suspiro liberado que ancha el pecho y desocupa a la razón. Iniciamos el compromiso, el idilio y la tragedia cuando esas cinco letras son acuñadas con la verdad y pronunciadas sin desazón. Después de decirlo comienza el temblor y la pena cuando nos preguntamos si retumbó en el otro corazón. Si acaso aquella aventura de confesar un amor, es realmente heredera de otro te quiero fallecido y buscamos, sólo por un instante, la mirada ajena en busca de refugio luego de esa gran confesión. Con esto inauguramos nuestro penar y bajamos al inframundo a buscar a Eros, aferrados al recuerdo de haber dicho ese te amo tan verdadero pero a la vez sintiendo una lividez alarmante. El primer te amo es aquel que pesa, los demás sólo son copias baratas, fáciles y embotadas. Se repite y se repite siendo insuficiente para un querer ávido de novedad y uno empieza a hacer el ridículo, valiéndose de artificios que imiten ese primer beso de las palabras, siendo siempre insatisfactorio el resultado. El primer te amo va envejeciendo y encorvándose. Pasa de ser una emoción a ser una remoción y, finalmente, cuando ese amor termina, sólo nos queda el recuerdo de esa primera vez, donde el corazón bombeaba aceleradamente y no sabíamos muy bien lo que íbamos a hacer.

Dolor



La conocí cuando estaba en cuarto grado. Yo me había caído mientras jugábamos, el cuento paró en enfermería y demás, pero valió la pena ganar un hematoma y una amiga a la vez. Era de Argentina y se devolvía de nuevo a su país en lo que terminaran las clases. Pero regresó. Comenzó a ser el misterio de las chicas de la promo de mi tan famoso colegio de monjas de las mercedes. En fin, la niña me inició en una serie de cosas. Todas raras pero ninguna mala. Me contó sobre el Necronomicón, me hablaba de anarquía, me hizo decirle “nice to meet you” a Radiohead, Nirvana, Led Zeppelín, Deftones y a la guitarra. La verdad era una amistad envidiable. Estábamos locas, ella ebria y yo sobria, mojándonos en la autopista, saltando del carro hasta quedar decoradas de lluvia, olvidando que íbamos de turistas nocturnas a la Colonia Tovar y que el agua y el frío no son una buena combinación en estos casos. La niña en cuestión era una andrajosa, su ropa mientras más rota mejor, era el grunge hecho mujer y tenía una sonrisa e “inocencia” silvestre que le daba morbo a cualquiera. Mientras se follaba a todos los tipos que conocía y no se cuidaba, yo me sentía un manojo de nervios como una madre que sacude la cabeza sin poder hacer mucho. Nada le pasó, tuvo suerte. Las historias intensas tienen siempre una fractura inesperada como una patada en las bolas que nadie puede avistar. Nuestra relación cambió y de pronto ella decidió irse del país siguiendo a su familia. A ella no le importaba ver hacia el abismo, el peligro le daba risa, la tristeza la escondía debajo de sus axilas. Mientras ella se moría por dentro nada pasaba afuera, lo solucionaba tomando, drogándose o cogiéndose a cualquiera. Pero su corazón es uno de los más hermosos que he conocido. No la veo desde el 2002, ni se despidió de mí. Lo de nosotras no fue juego, volvió a mirarme con nostalgia y contarme que allá en gringolandia lava baños. Ha estado hospitalizada dos veces porque es esquizofrénica, ella me asegura que en su pie derecho hay un foco de malas energías que suben. Su cerebro tiene muchos huecos y casi no me recuerda a mí, su amiga de siempre. Sabe que me quiere, pero lo que yo atesoro y les acabo de contar, lo está borrando de su mente o quizás la fluoxetina, el traxodono o el invega tengan la culpa.

El Guardagujas



Hoy, como todos estos últimos días fui al gimnasio. Tengo una nueva obsesión con los brazos y los músculos. El entrenador me puso a hacer de todo y pensé “llego directo a la cama”. Antes de dormir agarré “Una larga fila de hombres”, libro de relatos breves escrito por Rodrigo Blanco, uno de mis profesores de la Escuela de Letras. Iba más o menos por la página 50 y me dije que en lo que acabara el cuento me iba a dormir. Pero de nuevo Rodrigo me jugó una mala pasada y me volvió a atrapar contándome acerca de los asesinatos a indigentes que ocurrieron acá en Caracas hace ya varios años. Lo más curioso es que cuando ya sabía que no iba a poder dormirme hasta que terminara de leer el libro entero, Rodrigo me dijo en una de sus líneas una palabra mágica: Arreola. Cuando me di cuenta de lo que significaba me apuré a desempolvar el tramo oculto de mi biblioteca donde había guardado un libro de bachillerato no sé ni por qué pues ese año en literatura no me había ido nada bien. Realmente llenaba cuadernos con pendejadas adolescentes y aún no me había dado cuenta que me interesaba leer a otros mucho más que andar intentando escribir. Busqué con desespero la página donde me aguardaba aquel relato de Arreola, que fue lo único que hizo que ese año de literatura valiera la pena y, que también, fue la razón por la cual conservé ese libro. La bofetada fue aún más dura, el cuento de Arreola estaba junto a uno de Borges y otro de Garmendia. Autores que me sacan orgasmos, canas verdes y que obviamente me hacen sentir felizmente una mierda. Me encontré entonces cerca de donde había querido estar desde adolescente, quizás ese libro fue la primera piedra responsable de que hoy me esté graduando. Quizás Arreola sea indirectamente culpable de que me lean 30 mil personas cada semana, quizás haberlo olvidado era necesario para encontrarlo justo al final del principio del camino. Lo más gracioso es que no recuerdo con exactitud el cuento, sólo una vaga imagen de ferrocarriles y una letra T, responsables de que la literatura se transformara en algo más psicodélico y falso, que un viaje con mescalina en las venas.
Acabo de (re)leer el cuento…
Se llama “El guardagujas”. Arreola es culpable.
Si pudiera inundar cada letra que lees con lágrimas lo haría. Si pudieras mojarte las manos y sentirme sería feliz. Dejaría de escribir este papel en blanco de una buena vez, renunciaría a sentirme tentada por la verdad para poner a la verosimilitud en otro peldaño. A veces he querido ponerles en este espacio canciones, películas… Cosas que la imprenta desconoce, por eso hablo sin callarme, a veces no me doy cuenta y hablo de más. Otras veces no he querido escribir porque siento que voy a asustar y tendrán tanto miedo como yo. En fin, ya basta. Estaba leyendo un libro de Aldous Huxley llamado “Las puertas de la percepción” y me detuve en un pasaje muy lucido y estremecedor que cortaré y pegaré aquí a mi antojo: “Vivimos juntos (…) estamos solos. Abrazados los amantes tratan desesperadamente de fusionar sus aislados éxtasis (…) pero es en vano. Las sensaciones (…) son siempre cosas privadas (…) incomunicables (…) cada grupo humano es una sociedad de universos islas.” Sé que jamás podré sentir lo que tú sientes y se que tú me lees y aunque trates jamás podrás sacudir tu alma como yo. Sé también que ese es el grave problema que cargamos como grilletes durante todo nuestro camino y nos hemos hundido unos a los otros por una lucha de convicciones. Puedes ver que la historia universal cabe en un apartamento, no hay mucha distancia entre la Guerra de Troya y una pelea doméstica. El meollo es el mismo: pensamientos divergentes que no pueden ni rozarse y si acaso se encuentran uno trata de aniquilar al otro. No se dejan vivir y no lo harán. Oscar Wilde dijo cada uno tiene el cielo y el infierno en sí mismo. Podemos albergar eso porque estamos solos y nos relacionamos para justificar la existencia. Todo este camino es una prueba de resistencia. Algo que para ti es oro puro, para otro quizás sea algo fétido y pestilente. Si alguien pateara todo lo que crees, todo por lo que has luchado y todo lo que quieres… ¿Te quedarías de brazos cruzados?


El disco de Madonna

El día del famoso apagón apliqué una de turismo de aventura por el dial de la radio nacional. Lo curioso es que al menos tres estaciones estaban haciendo un review del nuevo disco de Madonna “hard candy”. Yo lo compré pero el punto no es ese. Me pregunto si las estaciones de radio serían tan puntuales en hacerle un review en conjunto al nuevo disco de Autopista Sur, Cerouno, Sexilia, Sónica, The last april, Los paranoias o cualquier banda nacional que ande haciendo bulla y se merezca ese espacio mucho más que Madonna. Creo que tendré que morir y resucitar y aún será poco probable que presencie eso. En fin, ayer vi por primer vez la película fiebre del sábado por la noche, la compré porque mi mamá me decía que Jonh Travolta bailaba y lucía como mi padre a quien tengo siglos sin ver y termine encontrándome con alguien más: Madonna. En el 2006 vi a Madonna en vivo en el “Confessions Tour”, no puede quitarle la mirada de encima en 2 horas, salí del American Airlines Arena traumatizada de tan buen espectáculo ¿inspirado en la época disco? Era la época disco en pleno John Travolta era rubio y tenía senos. La diégesis perfecta. Me siento un poco decepcionada pero a la vez sé que mejor copia imposible. Igual el mundo está lleno de originales, copias y copias baratas, borrosas que desvirtúan el original. Por lo pronto, los invito a ver Fiebre del sábado por la noche, el confessions tour, los videos de sorry y hung up. De quién más se aprende es de los demás por eso ocupo mi tiempo en observar, para hacer grandes cosas no se necesita inteligencia sino ver lo que nadie ve. Y no es que nadie lo vea sino que está tan cerca de nuestras pupilas que es difícil observar los detalles y los recovecos del tan aclamado secreto del éxito. 

Hawai Bombay

Una mujer mujeriega es una redundancia. Encontrarse a alguien dos veces un mismo día también lo es. Así empezó el desatino de mi intuición. Siempre te despertabas temprano, desde que abrías los ojos comenzabas a dar discursos sobre los vecinos, Chávez, la oposición, los huelepegas que dormían debajo de tu edificio, la falta de dinero, etc. Los ruidos de tu carro te quitaban el sueño. Le tenías tanto miedo a la grasa, procurabas no mancharte la ropa y tener el talco cerca. Siempre decías que tu papá era un neurótico y era igualito a ti. Hablabas de mil libros, pero no te habías leído ninguno. Tu vida era una desgracia con banda sonora de Rudy La Scala y flamenco charnego. El amor no se te daba bien, era imposible para ti. Tu deporte preferido era ser infiel. Te gustaba cualquier mujer. Todo estaba bien si te sabían camelar. Tu cartera era la versión moderna de la de Mary Poppis, encontrabas desde linternas y destornilladores hasta Brugesic y corta uñas. La menstruación era un castigo para ti, siempre te derramabas. Llorabas mucho de la risa, sólo recuerdo dos veces tus pupilas desconsoladas. Te encendías velozmente como la pólvora, un mal movimiento de un tercero en el tráfico hacía que tuviésemos una pelea peor que árabes y judíos. ¡Pero cómo podías ser tan tierna! ¡Y cómo eras capaz de cocinar tan bien! Eras la mujer perfecta, enrollada hasta la médula. 2.190 días te vi, fuiste muy especial pero tu enredo no tenía ni cabo ni rabo. Había que tenerte paciencia, la mía era de cristal y se quebró. El alfabeto hawaiano tiene 12 letras, con tu nombre te robaste 4 y las hiciste tan tuyas que ya Maui para mí no tiene olas. Tus tsunamis eran ataques de estrés y el rompeolas era yo. Tus inseguridades te atraparon dentro de una tromba chacaitera con rostros de mala muerte que te alejaron de aquí. Tu vida era gris y te condolías de tu infortunio. Como Almodóvar, amabas las arrugas de Carmen Maura y a tu mamá porque te recordaba a ella. Te costaba avanzar, había que llevarte de las dos manos como si no supieras caminar. Sabías mentir, eras la Venus de lo que no existe pero tus mentiras me hicieron vivir.

Drago

Te odiaba. Costaste 5 mil bolos. Como eras bonito un huelepega aprovechó y te vendió para pagarse la piedra. Mi hermano te compró. No querían dejarte vivir acá. Te metimos escondido en el sótano unos días a punta de leche y sobras. No sé cómo terminaste en la casa. Me paraba a las cinco de la mañana para esperar el transporte y venías corriendo a bajarme las medias del colegio ¡lo detestaba! Una de esas mañanas te metí sin querer una patada para que te quitaras. Allí nuestros ojos se encontraron, tu ingenua hostilidad declarada con mi nerviosa agresividad juvenil. No lo volviste a hacer. Creciste un poco y comenzaste a creerte el rey de la casa y luego sí que lo fuiste. Una vez traje a una amiga a casa, le moviste la cola. Ella te acaricio y le arrancaste la camisa a traición. Tus colmillos le levantaron una fila de pellejitos, la carne se le encendió y su piel se mojó de rojo. Así comenzó el problema con las visitas, había que encerrarte pero a veces te escapabas para atacar. Ese era tu pasatiempo preferido, así como comerte cosas extrañas como mi marabú de plumas, mi diccionario, las colillas de los cigarros y, obviamente, la comida de todo el mundo. Un día borracha te pinté el lomo con rimel azul. Estabas tan frito, pero me caías mal. De pronto tu nariz se comenzó a borrar, te empezaron a salir ronchas y andabas echado. Te costaba subirte a la cama, a los muebles, tus pasos estaban cansados. Te llevaron para todos los veterinarios de Caracas: cáncer, anemia, blablabla y blublublu. A ninguno les sirvió la universidad, te estabas muriendo lentamente mientras ellos adivinaban qué te pasaba. Igual eso no era mi asunto, no te quería. Se te hinchó la cara y tus ojos cada vez se hacían más chiquitos, ya no tenías nariz, se te había caído un poco el pelo y tenías unas ronchas bastante raras. Una noche llegaste del médico, corriste por las escaleras, mi tía abrió la puerta y te desplomaste en el suelo. Quisiste morir en casa, sufriste mucho y no pudiste decir nada. Agonizaste unos minutos, vomitaste la muerte y te fuiste. Comencé a extrañarte, aún lo hago perro inútil. Aún hay pelos tuyos por la casa.
Te llevaron de nuevo a la clínica, no sé para qué…
Te hicieron la autopsia, tus órganos estaban sanos.

Fito Páez, Simon & Garfunkel y yo

Soy una mujer que no sabe cómo sale la celulitis, ni tampoco cómo se quita. No sé de cremas, ni de tratamientos femeninos. A veces tampoco sé si soy mujer. Me gusta llevar las uñas cortas porque así es más fácil acariciar el teclado. Amo las pestañas postizas y el maquillaje. A veces creo que soy un transformista. Me distraigo con facilidad y gracias a eso es fácil engañarme. Mis mentiras son un fracaso, muchas de mis verdades también. Pero por sobre todas las cosas pienso que soy muy talentosa. Reconozco que mi garganta sólo sirve para cantar porque se me quiebra cuando realmente tengo que hablar. Me gusta Madonna y Fleetwood Mac. Tengo más ropa que amigos y siempre siento que alguien se ha perdido en mi clóset. Amo bailar, me cago en todos cuando lo hago. Encuentro adjetivos perfectos para ofender. Suelo amar demasiado y confundirme de amante. Suelo enamorar a todos sin darme cuenta. Amo perdidamente a mi hermano, siento que es el único que nunca me ha traicionado. Me gusta el chocolate, los vegetales y el cigarrillo pero no fumo. Escribo mal pero me gusta leer a los demás. No sé beber y detesto manejar. Por alguna extraña razón amo los jueves. Creo en un dios que no conozco y no sé a qué religión pertenece. Me gusta ver fotos viejas mientras recorro mi rostro taciturno e inocente. Me siento condenada por mis virtudes, a veces no sé si soy una persona, un florero o un payaso. Tengo un alter ego cantante, listo para brillar y que siempre tiene que sonreír ¿tu crees que ella soy yo?

Rapsodia

Truman Capote se escondía detrás de una mascara banal y gracias a eso las balas no lo penetraban fácilmente. Que hablen, destruyan, critiquen, susurren, vociferen y griten. Para mí es mejor la bulla que el silencio, no puedo vivir sin la música y lo que realmente me atormenta es el sonido de la nada. Ser dueña de la saliva de los demás, que su lengua se mueva y articule mi nombre desnudando una calumnia o saboreando una virtud es algo baladí, mi cuello no sirve mucho para voltear. Es como cuando en una turba te agarran el culo y no sirve de nada lamentarse por ello y buscar la mano que clavó sus dedos en tus nalgas. Miro hacia ese punto que sólo es visible en mis sueños, observo la minúscula migaja que me impulsa día a día a sudar. Agradezco. Es lo que mejor se hacer, pues si debo confesar algún desespero es que soy fanática de la parte noble de los demás, ese raro diamante de nuestros días hipócritas. Yo mientras me pongo un poco de blush y te digo que me lleves a bailar para no darme cuenta de lo demás. Ando jugando como una niña con agujas, balas y gasolina para ver si puedo transformarlos y hacer un postre. Piensa como se sentiría comer un puñado de alfileres, piensa si acaso saldrías vivo. Se que no saldré viva, pero tampoco moriré en el intento. Hoy debo sacrificar cosas mas no abandonar nada. Voy a decirte que estaré, pero no permaneceré día y noche haciendo payasadas para que me veas allí. Si me has leído lo suficiente y me conoces lo notaras, si no al menos te dará curiosidad de que es lo que esta tipa te trata de decir.
Capote dijo: "Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio."
Hay que darle de comer a los cochinos para que engorden y te los puedas comer en navidad.

A quien pueda interesar

Vendo verdades, caricias, no las regalo, regalarlas es un desperdicio…
Vendo mochila vieja, cansada de un viaje sin sentido. Caminar no es seguir un camino, es marcar pasos sin dejar huellas y la mochila pesa. Vendo malos pensamientos y desengaños, a quien no le gusta, a quien esta cansado de esperar. Vendo juicios a los humildes que critican y a los que se atreven a atormentarse. Yo ya me cansé de pensar. Vendo un cuerpo que se pudre porque el sol lo quema y un protector contra los rayos UV. Vendo un hermano equivocado, un amigo desterrado y un hipócrita enmascarado. Vendo un riñón con cálculos y un pulmón después de 10 años de cigarro. Trafico lágrimas, pesares y emociones. Retengo todo tipo de sensaciones. Confisco corazones, perdones, cachetadas, orgasmos y balazos. Dono mentiras, regalos estrafalarios, cachivaches inservibles, universos inverosímiles, universos creíbles y poesías. Invento un lugar donde nadie más que yo pueda estar. Sí, soy egoísta. Vendo a una persona maravillosa. Tarde descubrí que quiero a alguien con quien hablar de cosas aburridas. Vendo esta carta. (Aunque ya pagaste 1500 bs por ella y es lo único que me han comprado).
Regalo la nada, que es lo que todos regalamos… Fito dijo nadie puede y nadie debe vivir sin amor… Pero se equivocó todos quieren vivir sin amor.

Atentamente,

Mi sombra

Pd: La posdata es un carcinoma extirpado. Violaste todo y terminaste comiéndome… A mí me gusta vomitarte.

Casino

Para Beatriz
Canto todas las tardes en un restaurant y salgo de allí a las 8. No me preguntes cómo pero voy corriendo al bingo a hacer un musical a las 9 y después canto un set en otro bingo. Libro un solo día. Por jornada gano 150 Bs F, mensualmente son 4 mil o más si corro con la suerte de tener una fiesta o ser la corista de los salseros. Estaría bien si sólo tuviese que hacerme cargo de mí misma, pero soy responsable de mi familia en Barquisimimeto. Son tantos gastos, el alquiler de acá, el carro, la comida y ahora Internet pero es necesario, podré bajar mis pistas sin tener que andarlas comprando. Quiero hacerme mi disco. La gente no lo sabe, pero es duro. Hace 5 años que gané el programa en el 4 la gente se pregunta por qué no saqué mi disco, como si no hubiese aprovechado mis 5 minutos de fama. Las disqueras se fueron del país según y que por la piratería, Hany corrió con suerte, alguien está invirtiendo en él sin embargo… Necesito quizá 100 millones de bolívares para mi producción y sé que tengo muchos amigos y contactos en el medio, la gente me conoce, pero pura política. Así que al final nadie me apoya económicamente. Sé que Dios me dio una de las mejores voces de este país. La gente se asombra aunque algunas veces la montaña de aplausos sea virtual y uno allí matándose haciendo mil agudos. Las personas no se dan cuenta, igual dentro de todo me siento privilegiada, a Johnny le pagan 70 Bs F por 4 sets de guitarra hasta las 4 am y a mí por lo menos me pagan lo mismo por un set de una hora. De verdad es inaudito por la cantidad de dinero que allí se maneja, pero la necesidad tiene cara de perro ¿qué haces? La cadena empieza allí y no termina, pagar la pre producción de un tema, conseguir los músicos que te lo hagan por menor precio y sean buenos o parir para pagar el músico chucuchú que el productor recomendó. Luego, la payola para que suenes en la radio y calarte a todos los divos del medio que son mejor que tú, te pueden criticar y siempre prefieren lo internacional…

¿Acaso el talento te hace un bufón?

Joy Division

Para Camila donde sea que esté
“Cualquier parecido con la realidad es casualidad”
Tomamos caminos distintos. Como dijo Ian Curtis “love will tear us apart again” nuestra separación definitiva fue poesía. Siempre pensé que contigo tendría un para siempre feliz. No te amé como quisiste pero sin embargo estuve allí, así que no pude ser sibila de la hecatombe. Perdiste los estribos, no sé si fue por esa misma obsesión de tenerme o por inmadurez, o porque realmente no tenías nada que hacer y yo ya había decidido no estar. Tu cerebro se podía quebrar en mil pedazos por mi culpa y yo seguía bailando Village People en la pista de baile de nadie. Jugaste a ser mi juez, intentaste llevar la batuta pero mi violín ama estar fuera de tono. Hice armónicos sin que hubiese armonía, volví a tocarte, volví a besarte para escapar de mí y no era momento para hablar de plurales que te incluyeran. Eras mi refugio preferido, el amigo que me amaba, el único hombre de mi vida, la mano a la que me aferré en mi peor recuerdo. No puedo perdonarte, créeme. Te miro, se me olvida lo que me hiciste por instantes y siento que eres el de antes. Te quise pero no pienso en ti. Tu veneno fue el antídoto perfecto para deshacerme de ti. La vida es perfecta. No te vi más, y nuestros encuentros casuales fueron breves y corteses.
Hace un año te llamé para darte la noticia que nos cambiaría la vida o por lo menos a mí. Íbamos a ser padres, en el momento menos indicado, but love… love will tear us apart again y nuestro bebé se fue al caño. Vi sangre antes de comprar el primer babero o pensar abortarlo. Love, love will tear us apart again. Tu pensaste que por haber estado allí yo me quedaría tranquila y contigo, pero como volvió a decir Ian Curtis “Estamos cambiando nuestros rumbos, tomando caminos diferentes”. Me va bien, no te extraño pero cuando escucho esta canción es inevitable no recordarte.

Pasarela

El 74 es mi número preferido y no estoy segura de si esta es la entrega de  Retaguardia para el ejemplar 574. Siempre he sido muy metódica y ordenada con las cosas que me interesan. Mis cuadernos del colegio y de la universidad asustan de lo ordenados y coloridos. Las carpetas donde guardo cada artículo que he hecho durante este año con ustedes en urbe también están clasificadas. Mi favorita es la de retaguardia, acá me desnudo sin pena ante más cuarenta mil lectores y se siente muy bien. Es el ritual catártico de cada semana. Pero justo ahora el reloj está en crack, el tiempo vuela y no me deja reaccionar. Ando en una carrera perenne: poniendo música por aquí, grabando un nuevo track allá, en la oficina, pateando la calle... Es una total hazaña. Muchos se molestan porque no contesto por myspace o porque no explico cosas, pero ese es el precio de desnudarte en público. Siempre te ven la carne pero no los huesos. La verdad no puedo detenerme tratando de mostrar mi osamenta, no soy Jesucristo, no vine a morir por nadie. En este siglo nadie lo hace y por eso nos duele el alma. Trato de salvarme, corro con el tiempo porque no voy dejar este mundo sin haber intentado llegar hasta donde quiero. Pero duele, agota y consume. Hay días donde quiero sólo dormir y olvidarme de todo, pero si no me muevo pierdo. Es una constante paradoja porque si estoy hibernando como una osa me cansa no entrar en acción. Fucking equilibrio algún día serás mío. Creo que este ha sido mi desahogo, no me he preocupado por ofrecerles algo para que se detengan sino que realmente les regalo mi momento. Estoy en el paredón voluntariamente y me da orgullo saber que no he prostituido mis convicciones para llegar a ningún lado. Sí, ha habido un poco de suerte, debo confesarlo y mi vida era mucho más fabulosa cuando sólo era redactora de estas líneas del mal. Ahora soy Jessica Stam en la pasarela, caminar en tacones es una odisea. Caer es la gloria.

Cosas domésticas

Para Mercedes
Siempre hay alguien peor que tú, justo ahora que creo que estoy ahorcada creo que el roce de la soga me encanta y mi dedo del medio se erecta con gran alegría para pintar palomas.
Hoy fue un día corriente, pasé por Altamira y me paré en un semáforo en hora pico. Noté una vez más que la gente necesita récipes morados o realmente tienen un serio problema con el color verde de los semáforos. Ojalá los daltónicos manejaran y no los yuppies orangutanes con estrés de punta en blanco. Los momentos kodak del tráfico que han flirteado con mis pupilas son memorables: parejas en moto que lanzan sus cascos en medio de una discusión, accidentes con mirones en el Guaire y lo típico el martilleo cómodo de te limpio el vidrio a propósito para que me des dinero o el folklorismo de usar niños cargados como si fueran un saco, bajo cualquier clima inclemente por dos lochas. Sólo quiero resolver esto con una frase así que cito a Melanio “qué fácil es”. Lamentablemente las circunstancias te obligan a resolverte y no a luchar.
Hoy también escuché una discusión padre-hija, en la mesa de al lado de un restaurant. La chica le decía “papá necesito pasar mis materias y quiero hacer una pasantía”, el papá respondía con un vibratto ofensivo “!a mí no me importa eso, sólo quiero que llegues a tu casa antes de las 10!”. Esta anécdota parece sacada de una obra de teatro del absurdo. Pero lo que más me gustó es que la chica después de aguantar aquellas “razones de padre”, dejó salir un argumento sencillo que pudo haber puesto en su lugar a cualquier desorbitado. El padre obviamente siguió con sus gritos herméticos. Me pareció un buen comienzo, cada nazi tiene su judío y cada negro tiene su blanco. Los gritos son ensayos de palabras que no dicen nada. Las guerras comienzan en silencio, sigilosas y la emboscada viene cuando menos te la esperas. El problema es que en este mundo nadie sabe perder J

(L)avoe



Préstame tus dedos para pintar los míos. Preséntame tus sueños, para caer contigo. Condenémonos juntos a muchos mañanas. Pongamos fecha de expiración a esto que estamos viviendo. Hagamos que el reloj de arena comience a marcar el tiempo. Sintamos el ritmo para acabar bien nuestra canción. Pero por favor, no pisemos el acelerador. Avivemos nuestros latidos sólo cuando sea necesario. Pasemos en vela cada noche para ganarle al minutero. Veamos el sol y no lo apreciemos, sólo sintamos el frío abrasador de una madrugada fogosa. Burlemos cada obstáculo mientras podamos, escapemos sin desesperación al has been de los recuerdos. Desempolvemos las gabardinas para que nadie nos descubra y cambiemos de identidad cuando veamos que la llama es tenue. No prepares una sonrisa mientras la vida se desliza. Sólo desnúdala cuando el cuerpo esté hecho trizas. No te inventes premisas ni mengües caricias, mira que quizás en la próxima esquina puede haber un mejor postor. No subastemos el cariño ni lo dejemos en el hombrillo, no construyamos defensas que puedan dejarnos presos. Zambullámonos al mar y dejemos que las olas nos lleven, no nos multemos con un destino que puede separar nuestros pasos. Nunca me regales zapatos sin que yo te dé algo a cambio, no quiero pensar que contigo habrá un sólo mañana y que me estrelle en tus entrañas. Incinera tus miedos que todo tiene su final. Pero por favor, te vuelvo a decir que no pisemos el acelerador. Si tanta prisa tienes, espérame quizás un viernes. No te digo que iré, sólo que me gustaría haber estado allí. Roza mi piel hasta el día que la hieras. No hay reverso sin anverso, no hay amor sin dolor y prefiero que tu partida sea agridulce. Este viaje sin rumbo nos lleva a algún lugar, no pretendo que el tuyo sea el mío. Sino que hagamos el amor en el tren, mientras este vacío. Cuando alguien más se suba, puedes bajar, mi estación no te espera. No quiero vivir conectada a un respirador artificial, contigo lo necesario, contigo lo real. Así como dijo Héctor Lavoe “todo tiene su final, nada dura para siempre. Tenemos que recordar que no existe eternidad”.

Your love was a masterpiece

No quiero herirte más. Te lo dije mientras dormías. Cuando las fieras duermen parecen ángeles. Seas lo que seas no quiero ser responsable de dolores. Necesito saber que no te voy a volver a dejar a un lado. Que se acabaron los caprichos y que voy a creer. Creer… Eras mi octava maravilla hecha realidad. Más que un sueño, me tenía que pinchar los brazos para saber si eras de verdad y en ese entonces sí lo eras. Me mirabas y el mundo estallaba, se ordenaba a tu manera y ese raro equilibrio hacía posible que me llevaras a lugares imposibles. Vi colores que nadie vio contigo, conseguí paz, locura, lujuria, amor y cosas que las palabras no saben expresar. Mi corazón latía sin control, mi pulso danzaba con tus miradas y se ejercitaba con tus caricias. Tu sonrisa era la presidenta de mi voluntad. No olvido el desespero por tenerte a mi lado, si estabas allí yo ya no era yo, era unos ojos y unas manos abiertas para ti. Tus escapadas le daban mas adrenalina a esto. Mi insomnio era adorable si tenía sabor a ti. Ver tus fotos era un pasatiempo relajante, podía estar como una autista mirando lo que ya pasó y reviviéndolo con la misma sorpresa. Comenzó la debacle, los malos entendidos, terceros, etc. Y aún me queda camino contigo. Una carretera que ya no es ancha y que se parece más a la cuerda floja donde no estamos sólo tú y yo. Hay lobos babosos que esperan nuestra caída definitiva, hay mirones ociosos que sólo quieren ver, hay algunos que tratan de navajar la soga y yo sigo saltando y haciéndote tambalear porque no te creo. Si acaso lo que me dices es la verdad no quisiera hacerte daño, pero si fuese lo contrario tampoco desearía herirte. Fuiste una obra maestra en su momento. Por eso te respeto. Amo locamente tu recuerdo por eso sigo aquí pinchándome los brazos para saber si esto realmente no está pasando.  

Las dos Cecilias



Le tenia miedo a sus sandalias de palo y a sus gritos. Nunca me gustaron sus novios, pero tampoco me la imaginaba al lado de mi padre. Me hice señorita temprano. Ni siquiera tenía destellos de curvas. Era carnaval, con un atuendo de Cleopatra pensé que algo se me había roto y estaba sangrando. Mi madre brincó de alegría. Era domingo y alzó el intercomunicador cuando mi padre llegó para decirle que su hija era toda una mujercita. Yo no necesite blush pues la pena subió la tonalidad de mi pálida piel. Al poco tiempo, mi madrastra me ofreció unas clases particulares acerca del oficio de ponerse tampones. Huí despavorida, creo que hubiese sido la violación más rara de la historia. Seguí creciendo y el sexo era tan raro. Años después comprendí por qué. Mi madre siguió trabajando y teniendo fracasos amorosos. Nunca supo que desperté una noche y me di cuenta que mi padrastro se iba y la dejaba con el mejor regalo que mi vida me ha dado entre sus entrañas. Quizás lo sepa ahora que me está leyendo. Ella y yo optamos por ser extrañas que se miraban de reojo pero que compartían un lazo más fuerte que el de la sangre. Las veces que la vi llorar no me conmovió porque estoy hecha con sus fuertes hebras, aunque las tijeras de algunos nos han hecho caer al abismo. Nuestra relación: rebeldías adolescentes encontradas con testarudeces adultas. No sé cuándo me convertí en una mujer con responsabilidades, gastos y lujos. Comprendí que el corazón no decide amar a quien goce de la simpatía de terceros pues una relación es de dos. Aprendí a callar un poco y a alzar mi mano en casos necesarios. Creo que ella empezó a aceptar a su raro engendro con voz de sirena y alma impetuosa. Sé que es tan tonta y cascarrabias como yo, aunque seamos harina del mismo costal no servimos para las mismas recetas. Nunca me dijo que la perdonara y la verdad ya no lo necesito. La mejor disculpa fue un sermón de 3 minutos que le dio a alguien importante para mí. Me defiende como fiera y aún anhela que sus deseos sean mi voluntad. Ya no es una imposición, es sólo un anhelo. Mi madre es mi cómplice, la más rara de todas y sólo por eso debo decirle gracias.

Doñas del Cafetal, el triunfo es nuestro!

Otro país con olores raros y lo primero que hice fue entrar al supermercado. Lo confieso: me deprimí. Casi todo lo que veía me fue alguna vez familiar y hasta me dio celos saber que en esos estantes había harina pan, muchas alternativas y muchos sabores que por caprichos y políticas de otros acá dejaron de estar. Pero fui a lo mío. Una misión imposible donde mis nalgas tenían que estar bien preparadas para patadones. Ya había tenido las bolas de alborotar el avispero con una canción, así que tenía que dar segundos pasos. Empecé a tocar puertas, estaban cerradas con llave pero el disco entró. No sé si dará vueltas en algún reproductor o adornará los cestos de basura. El chiste es que no dejé un deseo deambulando entre mis neurotransmisores. Luces, cámara y acción. Era tiempo de entregarme a placeres mundanos, así que Welcome to Miami. Una amiga me buscó y emprendimos lo que sería una salida de chicas bellas y solteras. Sólo que las calles eran demasiado iguales y manejamos en círculos durante casi una hora porque la mujer del GPS (brújula moderna, aparatico que te da las direcciones y te habla, etc) también se perdió. Acudimos al método más ruidimentario y efectivo: preguntar. Detuvimos al primer tipo que encontramos y era extremadamente simpático. No sé cómo, pero terminó yéndose con nosotras y manejando el carro de mi amiga. Fue nuestro guia turístico privado y no sabíamos su nombre. Fuimos Ocean Dr. y ahí escogimos donde pernoctar. Terminé presa del vodka simulando morir en la puerta de la ex casa de Gianni Versace. Pero eso no fue lo peor, dejamos a mi amiga  y seguí mi rumbo con el desconocido que se llamaba Sainz y fuimos a un bar gay. Me dio chance de ir al baño y ver una misteriosa copa de champán llena hasta el tope y abandonada, porque en lo que salí del tocador la música se esfumó y los borrachos salían caminando de brazos. Terminé en un table bar llamado Porkys, las bailarinas salían sudadas y desaliñadas. Ya la fiesta se había acabado. Le dije a mi guía privado que queria ver lo más cutre y peligroso de la ciudad. Vi el peligro ¡qué risa! El sol salió, me fui a mi hotel a dormir. Llegué a mi país ganó el NO. Surrealista. Las doñas del cafetal están felices y yo también porque llegué viva.
Pd: Nosiemprehablarcondesconocidosresultadeestaforma.

Marchita

No te diste cuenta que no era un alfiletero cuando metías tus agujas en mi alma. La envidia mata. Sé que aún tú no lo sabes y fuiste ingenua para catar con quien compartir tus desechos y despechos. A la hora de odiar a la persona que amamos, hurgamos en la basura del vecino más detestable para condimentar la situación. Creamos un veneno letal, una mezcla potente de balas y fuego que empieza a herir y carcomer un universo que antes era motivo de vida. Somos antropófagos, devoramos nuestras ideas y sentimientos. Escribo esto porque hoy perdí otra batalla, porque hoy se me fue la última esperanza. Porque es más inteligente dejar atrás un mal comienzo que aferrarse a la idea de que en el camino se puede arreglar lo que empezó mal. Es tan ilógico tener que decir perdón cuando queremos hacer las cosas bien. Revirtamos el efecto, seamos surrealistas, hagamos todo al revés. Dejemos de leer a Neruda y de cortarnos las venas con Baudelaire. Es tan asqueroso ser comunes, hacer los mismos rituales, tener los mismos defectos, comprar en las mismas tiendas, montarse en el mismo vagón y terminar oliendo igual. Hasta lloramos por las mismas cosas: un muerto, un engaño, un abandono. Pero no nos lamentamos por ser tan repulsivamente parecidos y estar acabando el planeta con nuestra presencia. El control de calidad de las almas tiene tremendas fallas, como también la emisión de corazones y cerebros. Nadie califica para mí, son un montón de bufones falsos que de pronto pueden entretenerme aunque para eso deba obviar por un instante su condición. Hacerme la loca para no asustarme y sentirme vacía, tomarme una botella de vino y tratar de parecerme a ellos fracasando en el intento. Sintiendo como la gente es experta en masticar vísceras glorificando un pronombre personal. Yo también digo yo bastante, pero estoy cansada de que todos los ojos estén sobre mí, de que los radares me rastreen, de que me deseen hasta el cansancio. Mi nombre es sinónimo de obsesiones que me hacen daño. Ser la protagonista de muchas vidas convierte mis flores en cactus. No es que mi cariño sea seco, sino que las cosas secas duran más. Nunca pensé decir esto. Pero creo que no hay nada que ofrecer más que una carroña.

Brazos cansados

Un nuevo big bang trae otra pieza más al tablero. Es hermosa, tal cual como mis sueños pueden dibujar a la persona perfecta y tengo los brazos cansados para retenerla a mi lado. Tiene la inocencia más cautivadora que he visto en mucho tiempo. Y aquí estoy yo de nuevo agrandando esta telaraña y me da rabia no sentir mariposas en el estómago. Tengo un escudo a prueba de caricias y de miradas infantiles que ocultan lo perverso. Aseguré el cerrojo y me tragué la llave, porque lo bueno y lo malo se parecen más de lo imaginable. Adentro hay una niña dando golpes cuando ya no debe salir más. Yo no la dejo asomar las pestañas porque no quiero perderla y sé que ella no resistiría otro golpe más. La cabeza me empieza a doler, intento negarme a mí misma. Quiero salir de este encierro pero quizás esta lejanía sea lo mejor. El amor es mi droga preferida y mi cuerpo no la tolera. Me intoxico de fantasías, de mirar cuerpos sin almas, de verlos por fuera y magnificar virtudes que no existen. Ahora alguien que mira los detalles más tontos no me vuelve loca. Hace tiempo yo solía tocar esos recovecos. Fragmentos minúsculos que sólo la inocencia puede ver. Sin embargo, eso es lo que siempre he hecho huir de mis peores miedos, esconder verdades con esperanzas, pavimentar heridas y engullirme a mí misma. Me da lastima tener esta restricción producto de otras heridas. Odio estar tirada en el piso sin poder hacer nada. Detesto saber que para los demás las cosas no significan lo mismo que para uno y es por eso que somos terriblemente propensos a ser heridos. Hoy sé que las conexiones con las demás personas se las inventa uno mismo y empieza un via crucis de falacias, falsos recuerdos que pintan sonrisas melancólicas y reclaman un pasado que no cuenta en un futuro fracturado. Nadie es de nadie, pero uno ama consumirse en un absurdo pero delicioso sentido de pertenencia que se esfuma como los segundos en un reloj de arena.   

Flor

Eso de que carne de amiga se come es muy cierto en la infancia. Tenía 8 años quizás. Era la época en la que mi mamá no estaba tan cansada y nos íbamos de viaje por carretera. Desde pequeña, me ha gustado comer en la calle. Recuerdo que había un sitio en la vía que se llamaba Bohío que tenia un Tropi o algo de esas cosas de comida rápida tentadoras para los niños. Luego llegábamos a Valencia y me iba para las casitas donde vivían mis tíos y mis primas. Comprábamos  unos helados que les decían tetas y de allí nos íbamos a jugar. Muchas veces me iba con mis primas a casa de Flor, la vecina. Su casa era una guardería por las tardes de los días de semanas. Flor tenía el pelo largo, un cuarto con muchos juguetes y era un poquito más grande que yo. Una tarde en la que por una extraña razón mis primas no pudieron ir a jugar, Flor me dijo que jugáramos a la mamá y el papá. Yo no sabía cómo se jugaba eso porque no tuve papá en casa y no sabía qué hacían los papás. Yo le dije que sí, hice a un lado las barbies y los ponys y de pronto me encontré casado, con nombre de hombre y con hijos de Flor. Nuestros retoños eran peluches había que darles de comer, llevarlos al colegio y acostarlos a dormir. De pronto Flor después de dormir a nuestros hijos me dice que es hora de descansar para nosotros. La verdad la rutina de juegos me tenía exhausta y quería salir a la calle a comprarme una teta o ver televisión para dormirme. Pero Flor lo resolvió todo, como buena esposa me hizo la cama y se acostó a mi lado y me abrazó. Yo no entendí nada pero me dejé abrazar. Seguramente era porque no sabía qué era eso y a la hora del té Flor era una amiga de esas que poco frecuentas. Recuerdo el momento como si yo fuese otro más de los juguetes de Flor, no podía hacer nada más que entregarme a su ingenio lúdico y poco infantil, no me dejó levantarme ni irme. Además yo tampoco quería. 

Angustia Plegable

Te acabas de ir y todavía tu estela está en casa. Recuerdo haber escrito en este mismo espacio que no pisaras el acelerador. Me estaba enamorando. Sentí que la cosa deba para más y que no tenía por qué agotarse tan rápido. Hoy que lo sé, me encuentro tan desesperada como la figura que sale en el grito de Munch. Aposté en falso. Confiar es poner tu corazón debajo de la rueda de un 350 a punto de arrancar, si tienes que confiar es porque algo te hace dudar. Estoy aquí vacilando entre dejarte ir o hacerte regresar; puede que seas un paseo divertido como puede que seas un pérdida de tiempo más. Qué fastidio los 50 y 50 en las probabilidades, qué pesado depender del tiro de los dados. Odio el equilibrio de alternativas. El amor es un ring, un campo de batalla donde los que se aman son el enemigo. Es tan absurdo que dos personas en algún momento de sus vidas se encuentren, se deseen como animales, se empalaguen como el algodón de azúcar y luego terminen repugnándose el uno al otro, evitándose, borrando cualquier mínimo rastro. Hoy tú eres mi contrincante, es tu vida o la mía. Lo que me aterra, que soy un animal social que no soporta la soledad y le es fácil meter comodines en su partida. Quizás toda esta nube mental sea producto de algún tiempo a tu lado, quizá esa compañía no le da espacio a la sangre fría que es mejor para estos casos. Es tan sencillo el “o estás o no estás”, pero también es complicado. No sé si por culpa de lo poco sobrios que somos nuestras relaciones apestan. El remedio es no preocuparse por quedar bien, ser despiadado y evitar tonterías para que dos corazones no terminen hechos papilla debajo de un caucho. La cosa es que es fácil decirlo y difícil hacerlo. Solemos tener la cara lavada para clavar la puñalada a los hombrecitos de goma que metemos en nuestras sábanas. Antes era de plastilina, pero me compré una armadura de acero inoxidable para no dejar que ningún verdugo corroyera mi corazón ¿eso funciona?

¿Game over?

No nos conformamos con una sola oportunidad, la verdad creo que hay un bichito dentro de nosotros que se regocija cagándola. En mis años de niña jugadora de nintendo amé la incursión del Game Genie al mercado, eso de tener infinitas vidas jugando Mario Bros me hacía ganarlo. Aún me queda la duda de saber si lo hubiese podido ganar sin la ayuda de ese maravilloso implemento. Hemos patentado las oportunidades con el ™, nos encanta que nos digan sí dos veces y si nos dicen no, se arma una tragedia griega sofocleana donde Antígona se quedó pendeja. Podemos inventar grandes disertaciones persuasivas para conseguir ese “sí” o agarrar la frase “errar es de humanos” como lema de vida para seguir sumando más mierda pisada al camino. Es tan difícil decir no y dejar de alimentar esa holgazanería. No estoy hablando en pro de la idea de excelencia pero la vida no es un asunto de pisar dos veces el mismo lugar para poder hacerlo bien. Las relaciones son un asco, comienzan con aquella interrogante, luego agarras impulso, supuestamente para llegar a la gloria, y paf! te estrellas como un idiota. Pero hay gente que pretende recoger esos pedacitos (según) con ganas de comenzar de nuevo. El que pueda pegar una copa de cristal rota sin cortarse y que no quede un mínimo astillado, es el que merece ese segundo chance. Si lo conocen preséntenmelo porque a mí se me acabaron las infinitas vidas de mi juego. No sé si todo esto sea producto de una ira insoportable, pero ya yo no se dar esas segundas veces impolutas como un cheque en blanco para que sea de nuevo malgastado. Tampoco sé mandar al demonio todo a la primera. Entonces quedo en un limbo que es una molestia estigmatizada, un rencor escondido debajo de la alfombra, una decepción afilada con una camisa de fuerza que no me deja abrir de nuevo las manos. Estoy atada involuntariamente por el idiota de cupido que decidió flecharme en condiciones adversas. Me pregunto si acaso piensa que cuando apunta hacia el pecho lo probable sea que el corazón se desangre y no quede nada.

In nomine patris et filis et spiritu sanctis

¿Por qué la gente ama las verdades a medias? Desde contar versiones con un párpado cerrado y otro abierto, hasta escapar de las tragedias de los demás. La iglesia lo hace, ese “hasta que la muerte los separe”, es un prueba de múltiples torturas para que al final del partido las cenizas de los amantes queden separadas. En el nombre de la santísima trinidad se excomulga a quienes osen desatar esa unión sellada ante dios (¿y qué si el marido repartía palo a diestra y siniestra? ¿o si acaso la mujer era madre desnaturalizada con un entrepierna espontáneo y desvergonzado?) pues ninguna excusa es válida para deshacer el amor. AMOR baf! Acá la gente habla de amor cuando hasta las miradas de extraños que caminan por el mismo asfalto que tú, son dardos filosos clavados sin razón. Porque siempre hay un juez, una víctima y un culpable. Por esa filatelia que exporta etiquetas que nuestra lengua no deja de lamer. El caos, no es sólo parte de una teoría que dice que los comportamientos son impredecibles. No. El caos está tatuado en nuestra alma para que llevemos a su fin ultimo esta masa que muchos llaman tierra, aunque casi todos crean que es un infierno. Igualito ¡como nos gustan las medias tintas! Nos encanta vendarmos los ojos viendo basuras hipnóticas que huelen a azufre y consumen y comen lo que otros comen. Nuestra verdad es clonada, es la parte que los demás desean oír. Nuestra verdad no está camuflada, está perversamente maquillada para esconder un cutis áspero. Nuestra verdad no es fatua, es la pena de no poder desnudarnos ante los demás. No estoy diciendo que seamos horribles, estoy diciendo que somos abominables. Una especie que tiene impresa la fatalidad en su frente y a pesar de eso los moralistas mente cuadrada, envueltos en papel celofán tornasolado, siguen llevando la batuta de esta composición desastrosa. Prefiero el papel de aluminio: metal letal que refleja el anverso escondido de esta fétida realidad.
Pd: Chaparte en oro y hacer caridades es el cinismo más aplaudido. La miseria se baraja entre billetes verdes mientras tú deseas seguir oliendo el mal olor de los zapatos de un desconocido diciendo amén.

Matadero de cloacas

Tenía 18 años, había venido a la capital buscando una mejor vida. Gracias a dios había entrado en la universidad pública más deseada en todo el territorio nacional. Hizo todos los preparativos: buscó una residencia cercana al alma mater, dejó sus recuerdos de pueblo atrás y salió con sus valijas llenas de esperanza hacia esta hediondez de cemento que la haría crecer más de lo que se imaginaba. Estudiaba matemáticas en la facultad de ciencias, era una de esas atípicas mujeres emprendedoras que trabajaba por sí misma pensando en un bebé que algún día llegaría. Por fin, pudo hacer vida social en el campus y contaba sus anécdotas llenas de abono, himen y colonia menen a los metaleros que jugaban truco en las mesitas del cafetín. Un día caminaba distraída hacia su casa y de pronto alguien la abraza por la cintura. Sintió esa fuerte mano que la sujetaba y una voz de hombre que le decía –camina como si estuvieras conmigo o si no te la clavo-. Se dio cuenta de que aquel frío filo podía penetrar su carne. Ella le dijo que no tenía dinero encima y él le preguntó si tenía tarjeta de débito. Allí tenía la plata que la madre le mandaba todos los meses sacrificadamente. Ese era el precio que tenía su vida ese día y la sacó. Ella preguntó ¿ya me puedo ir?, la respuesta fue una negativa y siguieron caminando juntos. Marchaba petrificada cual pueblerina distraída entre los cirios de una procesión. Bajaron por el Guaire, cerca de “El Hueco” donde estaban los tendederos de los huelepegas y la mugre de  toda la capital. Él la obligó a que se fumara algo y empezó a llamar a los pierdreros que estaban a allí para que gozaran de un strip virginal. Ya ella estaba fuera de sus cabales y sólo podía pedir que le hiciera lo que quisiera pero que por favor no la matara. Su boca probó el sabor de un pene agrio y luego su primera vez tuvo olor a cloaca en colchón de pantano. Después del polvo se le perdonó la vida, aunque ya no sabía qué tanto sentido tenía todo por lo que había venido a luchar. Su rostro aún está en duelo y escondido en su pueblo para nunca volver a caminar sobre las calles de una fiera de concreto que nunca tiene piedad contigo, ni conmigo, ni con ella. 

Charlatanes

Salen a bailar, brindan por ellos. La gente los mira y se enamora de su pantomima. Ella le susurra al oído – No sigas que voy a querer irme a tu casa-. Él le dice –Calcula el tiempo que te quieras quedar bailando dependiendo de las veces que quieras que lo hagamos en casa-, ella le dijo que se fueran de inmediato. Llegaron a la habitación. El le quitó la ropa, la amaba y le encantaba. Su piel era un paraíso y la tocaba como si fuese la última vez que lo haría. Saboreaba todo sus rincones, ella estaba extasiada. Sus gemidos lo excitaban, la tocaba más rápido, la mordía y ella se corrió en su boca. Un buen comienzo. Ella le preguntó que si entendió lo que sus ojos le decían entre tanto ruido cuando bailaban, pero él quería oírla. La convenció en español, francés e inglés hasta que ella le dijo que mientras lo miraba lo veía en todos los lugares de su vida, el espacio se borraba y el tiempo le decía que le pertenecía. Latidos de éxtasis. Él la abrazó, ella se volteó y se durmió. Él no había recibido una caricia, ni siquiera un aruño de esos que el morbo desata. Se vio junto a ella en su cama medio vestido. Aún esperaba que ella lo buscara pero eso no pasó. Quito el cerco de sus brazos y decidió no rodearla más y ella alzó su voz preguntándole qué le pasaba mientras él alucinaba con esas palabras que sonaron a verdad. Respondió simplemente “nada”. Pensó en lo penoso que es pedirle cariño a alguien cuando la trampa te hace pensar que eso te pertenece. Pegó su cabeza a la pared, sus ojos miraban el resplandor del cemento pintado de blanco entre sombras y sentía el frío de concreto en su frente. Ella se movía con reflejos nerviosos que el nirvana le arrancaba. Se desesperó, todo perdió sentido. Cuando el amor se acuesta a tu lado no huele a cal ni suda frió. La suma de uno más uno no le dio dos y el insomnio regresó. Noches taciturnas, sexo que sabe a ese enajenamiento que solemos llamar amor. El miembro tieso y desconsolado. Las palabras de una mujer saben engañar. Decidió abandonar el colchón moviéndose despacito para no despertarla, pero ella nunca estuvo dormida, fue un egoísmo histriónico para no darle nada. “Qué te pasa salió de su boca”, él le dijo “nada” y volvió a la cama para recostar la frente en su espalda como si nada pasara.

Retaguardia



La jornada de lunes a viernes era agotadora sin excepción. La pizarra siempre reemplazaba los recuadros y cada vez me pertenecían muchos más. El viernes significaba un seudo respiro pero tu cerebro aún tenía más que ofrecerme. Hubo momentos en los que pensé que realmente no podía más, cuando me daba cuenta que acostarme en la cama hacía circular mi sangre y sentir un hormigueo que me reclamaba más tiempo para mí, mis huesos y mis músculos. Y jamás sucedía, siempre había algo más que hacer, un sitio más donde cantar, un libro más que leer, un trabajo más que entregar, una diligencia más y la cama estaba lejos. Hace poco me enfermé, creo que traje un germen dominicano que se juntó con una bacteria venezolana que se incubaba en la oficina y pude ver televisión con mi hermano. Vimos una película en un canal de televisión nacional de unos hip hoperos bailarines y me di cuenta que hacía tiempo que no me acostaba ver televisión y menos con mi hermano. La vida me había cambiado de pronto y yo ya estaba mudando de nuevo de piel. Pero volvió todo a la normalidad, el teléfono sonaba y mostraba el acostumbrado 300 en la pantalla y yo me preguntaba “qué tengo que hacer ahora”. La persona que me decía mis pendientes tenía neuronas intranquilas, la conocí el día que mostré mis nalguitas a un lente desconocido. Tenía una palmita de pelo en la cabeza que me pareció graciosa, no pensé volver a verla pero de pronto una columna de cine abrió este ciclo. Eras la única chica de ese nuevo lugar que se me hacía familiar, me recordaste a mi mejor amiga del colegio, era tan rara como tú. Me daba risa cuando me llamabas toda educada tratándome casi de Ud. estableciendo la distancia amistosa de alumno y maestro. Estabas siempre allí, temprano, enferma, estresada, no comías y sin embargo podías más. Lástima que al final no fuimos tan amigas pero siento que te debo no haber caído en la peor de las depresiones por todas esas cosas de las que me hiciste responsable. Me pregunto cómo será ahora que no te veré en mi patio trasero. Todo tiene su explicación, te recordaré por lo último que hiciste: ayudarme atacándome desde la retaguardia. 

Alfombras persas



Vi tus fotos. No me acordaba ni de tu ropa, ni de tus dientes, ni de tu pelo. Reseteé mis recuerdos y saliste de órbita. Vi tus fotos. No encontré los buenos recuerdos que me hacían llorar y me llevaban a ti. Me ví contigo en ellas. No me hallé ni más joven ni más vieja pero si me di cuenta de que se me han caído los ojos. Me acuerdo cómo los alababas. Que eran rasgados, que eran preciosos porque eran pardos y miraban bonito. Recuerdo que los maquillaba mucho porque te gustaban así. Hoy descubrí que a mi me gustan menos maquillados y que no me parecen tan lindos como tú decías. Hoy descubrí que tus dientes me causaban gracia pero que en realidad no me agradaban. El amor es psicodelia, alucinaciones, embriaguez. Un estado de desdoblamiento donde la realidad es virtual. Pensé que podría ser hora de hablarte, porque lo que no ha cambiado hasta el sol de hoy es esa solidaridad que siempre tuve contigo. Pero puse en reversa ese pensamiento porque aún nuestra distancia está muy niña y porque realmente pensarlo es una estupidez y volvería a caer. No hacia a ti, sino hacia la extraña influencia que tuviste tanto tiempo sobre mí. Me siento hasta poco auténtica porque reconozco que muchas veces bailé el son que tú tocabas. Aún me pregunto dónde termina el amor y cuándo empieza ese fervor tan vergonzoso que te hace pensar que alguien es tu destino y tus pasos dejan de caminar sobre tu propio camino. Es decir “contigo quiero estar hasta que me arrugue como una pasa” cuando hay una insatisfacción abismal que nos separa. Pero los años que has estado de la mano con esa persona te hacen pensar que amar es casi una prueba de resistencia. Alguna competencia de atletismo con un desespero por llegar a la meta. Estoy segura de que nada es perfecto, pero no creo que deba coronarme de espinas y caer en un via crucis para alcanzar mi redención. Vi tus fotos y puse la marcha en neutro. Mis sentimientos hacia a ti se parecen a las rayas coloridas que salen cuando se va la señal del telévisor y suena ese pitito que te dice que está fuera de servicio. Ya no tiendo la alfombra roja cuando pasas, ahora me compro alfombras persas donde da lo mismo pisarlas o acariciarlas. Son bonitas y peludas, huelen bien y no me recuerdan ni siquiera a la casa de tu papá.

Impar



UNO: te pregunté si estabas ronco y me dijiste desde septiembre. Me dio pena. Nos besamos en el asiento de atrás de un mercedes muy pequeño y yo ya me sentía grande. Nos hicimos grandes amigos, al final me comprendiste y te comprendí. Han pasado diez años y sigues ocupando tu sitio en mi V.I.P. Tu voz sigue tan ronca como ayer y sufres del mismo mal de Dorian Gray que tanto me encanta padecer.
TRES: bailábamos bajo la lluvia y te cuidaba en tus excesos etílicos. Me hacías reír como nadie, eras la mejor amiga de este mundo. La más particular, tu autenticidad no se me parecía a la locura que te consume hoy. Me dejaste diciendo que no hacías lo correcto y cinco años después volviste pidiendo disculpas y reclamando pertenencias con miles de kilómetros de distancia entre nosotras. Aún me llamas y se siente incómodo. Amo mi antes contigo, mi hoy es un poco áspero y el lugar que te corresponde te raspa tu piel hasta sacarte yagas.
CINCO: dos encuentros en un mismo día te valió para secuestrarme por casi seis largos años. Los caracteres de este espacio no me alcanzan, así que paso.
SIETE: como dice Kuámasi “contaste y te fuiste”. El problema es que no contaste y ahí estás.
NUEVE: de nuevo yo boca abajo, boca arriba, brazos abiertos, labios prensados, pupilas dilatadas, mi nariz te persigue cuando no estás. De nuevo yo aspirando, suspirando y esperando. Me pierdo entre tus maravillas y espero en posición fetal la catástrofe del desencuentro.
ONCE: Aún no lo he contado ¿Quién sabe?
(apéndice) DOS, CUATRO, SEIS, OCHO, DIEZ: espacios vacíos que dejan que las historias se aten y desaten. Extirpadas, aniquiladas, fútiles. Experiencia baladí que hace sinapsis con las que me tocan los nervios.
Contar, enumerar, hacer la secuencia donde se pierde la magia, donde el hoy es ayer y el ayer tiene su forma pura en la imaginación. Porque no podemos decir ni la mitad de lo que sentimos, porque todos tenemos nuestros secretos involuntariamente confinados en el idilio. Mi vida es impar y mi suerte también. La tuya es otra historia pero las palabras no te alcanzan para decir cómo se sintió estar en el cielo y en el infierno… “Caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exaperantes…”

Sortilegio

Me pasa que no estoy cerca de tus labios y consigo el sabor exacto de ellos. Muchas veces una ráfaga de tu olor me invade como en este momento, la mente me engaña para estar más cerca de ti. ¿Recordarte? no lo creo. Creo que cada vez que estás lejos algo te trae a mí.
Me pasa que cuando estoy contigo estoy perdida. El panorama de tu cuerpo es tan distinto al de los cadáveres anteriores que aún me siento en un dulce exilio. No lo sé. Quizá esto es distinto porque yo misma me lo propuse, porque bastante había llovido sobre mojado y tú trajiste un verano sabor a niñez.
Me pasa que no recuerdo pedazos de mí. Que parezco renovada, que yo misma estoy explorándome y aún no conozco mis límites. A ratos me sigo, a ratos me pierdo y cuando logro conseguirme se inundan mis orbitas y el cielo llora sin estar gris.
Me pasa que todo lo veo sencillo, lo que siento parece una operación matemática. Es exacto y unidireccional. Se han borrado las encrucijadas, no hay dubitativas, nada me rompe el coco. Sólo tú me quitas el aliento y sigues rompiendo los paradigmas. Todo es sencillo salvo a poder definir algo a pedir de boca de lo que eres para mí, si es que acaso eres para mí. Ahora te cuelas justo a mi medida, no me sobra ni me falta nada porque pienso. Todo lo pienso una y otra vez, es como aplicar el dicho de respira y cuenta hasta 10 para no ser egoísta.
Me pasa que tu mundo no es el mío ni el mío es el tuyo pero ambos caben en el universo que estamos creando, me pasa que apuesto demasiado rápido y pocas veces considero la alternativa de quedarme desbancada. Lo temperamental se ha quedado en mi reproductor sonando en un disco viejo de Everything but the girl. Puedo pensar que soy aguas mansas, pero realmente hasta yo misma me temo. No se qué tantos sauces fueron talados en mí, pero tú has traído naturalezas que ni yo misma sé describir. Multiplico lo que siento por lo que pienso y divido lo que queda en dos, pero igual te regalo mi parte porque no me sirve de nada. Porque prefiero que hoy siempre sea el primer y último día que estoy contigo.

Cárcel de Mujeres Sometidas II

Cuando le gustó un niñito las inseguridades fueron su tela de araña y sabía que sus amiguitas se escondían en las verbenas a darse besitos y le contaban como hacían para que no les metieran mano (si es que en realidad no se dejaron) y todas tenían un candidato. Se hacían pancartas coloreadas con cosas como Cami y Juanchi 4ever, mejores que los trabajos que entregaban para educación artística y se los regalaban. A ella eso le parecía absurdo, gastaba dinero en chupetas y se iba a leer o a saltar la cuerda. Después consiguió diversión en clases de gimnasia olímpica y era la mejor, nadie hacía tantas piruetas como ella y se ganó un espacio respetado en la escena carcelaria. De repente era amiga de todos pero a la vez de nadie porque no se dejó cautivar. Recibía invitaciones para fiestas, pero de repente la dejaron de invitar porque era muy llamativa. Se obstinó y se retrajo de nuevo. Sus amigos eran más normales y un poco más sinceros con la vida. Se quedaba sola en las tardes porque su mamá trabajaba y aprendió a fumar. Ahora en la cárcel la veían como una freak pero extrañamente gozaba de una fuerza de atracción particular. A los 17 años no la habían tocado, gracias al cuaderno de religión. Pero menos mal. Era parte del grupo de las desadaptadas sociales que iban a salir en libertad de la prisión. ¡Por fin llegó el día! Las mujercitas salieron de el edificio de ladrillos y se rompieron las faldas compraron muchas botellas de alcohol y comenzó el desastre. Borracheras, orgías, viajes de graduación a lo wild on y regreso en sus cabales de niñas reformadas y cumplidoras de la moral cristiana. Ella sencillamente miraba a las futuras hijas del diablo que saldrían retratadas en los sociales. Pasaron los años y se hicieron los acostumbrados reencuentros y las vio infelices casadas hasta con hijos a sus escasos 21 años. Ella seguía mirando. Ayer consiguió otro cuaderno y vio aquella letra perfecta que decoraba las páginas. Su letra es muy diferente y más desordenada. Hoy su letra le dice que finalmente es libre.

Cárcel de Mujeres Sometidas

Se sentaba en un escritorio cómodo con una sillita donde se balanceaba cuando la profesora no le prestaba atención a ese rincón. Podía poner el cuaderno, el libro la cartuchera y los lápices, y aún le quedaba espacio para descansar los brazos. A su lado tenía una compañera con el mismo escritorio que ella. Se prestaban los bolígrafos de colores y se pasaban papelitos hablando mal de la monja, de la super o de la profesora. La super, era una tierna manera de referirse a la supervisora del pasillo. Era una cárcel muy bonita donde la mayoría de las presas salía reformada para enfrentar una dura realidad. Una dura realidad como casarse con fulanito Zuloaga o perencejo Mendoza y tener un retoñito que meter de nuevo a la bonita cárcel. Inglés casi a la perfección, una cultura envidiable y un alma liviana como las preocupaciones de las presas abrían puertas insospechadas. Cada año la condena se hacía más corta pero estoy segura que algunas salieron perturbadas como yo. Ya en libertad se topó con un cuaderno muy noventoso con una portada renacentista. Era precisamente el de religión, olió las páginas viejas y respiró los raspones que se hacía en los recreos en sus rodillas, así que decidió leerlas. Encontró las enseñanzas de los diez mandamientos de la ley de dios y gentilmente otorgaban unos tips para no tener pecados. Entre ellos se encontraban: no masturbarse, no ver novelas, no ver películas pornográficas, no leer el horóscopo, no leer la sección de crímenes, no visitar videntes, no no no nonononono… Tenía 10 años, creo que no sabía que la mitad de esas cosas existían en la vida y de pronto ¡zas! Ellas, las señoras vestidas de blanco rompen el cristal donde había estado jugando. La curiosidad (o el instinto se despertó), comenzó a leer las muertes más sonadas de la revista Estampas, le gustaba asustarse con la voz de Porfirio Torres en Nuestro Insólito Universo, dejó las muñecas para ver novelas con su mamá y pare usted de contar. Esta niña cayó en el psicoterror religioso y se empezó a autoasustar.¿Quieres saber más? (Continuará)

Zapatos de tacón alto

Yo: Te dije que lo hicieras y no me importó el riesgo. No sé por qué lo hice, un momento de desenfreno quizás. Pero eso me costó la tranquilidad de todas las noches que han seguido hasta el sol de hoy. Con cara dura no pongo mi mejilla para seguir, sino que convierto el agua en roca. En uno de esos esfuerzos por no crecer de golpe, condeno mis pesares a una muda almohada. Yo que nunca pensé estar en esos zapatos y me doy cuenta que son de mi talla. No me golpeo el pecho, pero si sé que la cicatriz pica tanto como la que tengo en mi espalda.
Tú: Joven y cegado. Inocente. Conviertes tus pesares en divertimentos insustanciales, que te llevan a la horca con un verdugo que se parece a ti. Amor infinito que hasta declaraste en miles de idiomas. Amor que se hundió porque viste en mis ojos lo que los tuyos decían. Tú que te jugaste el todo por nada, deambulas como un cadáver viviente y estrangulas toda posibilidad de poder decir que ya pasó.
Él: No sé en que pote de basura terminó, pero me persigue y se cuela entre comentarios, entre miradas al reloj que me dicen cuanto tiempo ha pasado y cómo podría estar yo. Él, que espero que llegue de nuevo algún día y que perdone mi error si es que acaso lo fue. Pero que de todas maneras tenga un poco de mi corazón donde quiera que esté y me cuide como no lo hice yo.
Ella: Que se arrastra y se rompe, mientras se embriaga de ira. Que blasfema en contra de lo que sintió. Que maldijo y no perdonó. Ella salió de aquí para no volver y el azar ha estado a nuestro favor pues no nos ha tendido ningún otro encuentro. Ella la isla de la frialdad, se hunde como la Antártida y está pronta a ser un mito más sobre esta realidad.
Nosotros: Los terriblemente humanos, los que a cada paso sentimos las llagas en nuestros zapatos de tacón alto. Nosotros merecemos una oportunidad para estirar los labios sin que nos duela tanto.
Ellos: No saben nada, porque quizás tengan los pronombres personales de su vida y las tragedias sepultadas entre rosas con espinas. Los susurros del recuerdo titilando en sus heridas. Ellos como tú, como yo, como él, como ella, merecen otra oportunidad. El final llega no cuando las oportunidades se agotan, sino cuando la piel se afea de tanto queloide y tatuaje para taparnos las verdades escondidas.