viernes, 13 de agosto de 2010

La cura

Esa enfermedad tan bonita que tenemos todos de quedar bien antes los ojos de los demás y nos excusamos a través de las acciones de nosotros cuando la cobardía nos nubla. La valentía no es humana,  comprobado. La sinceridad es un arma de doble filo y todos alzan esa bandera. Cuántos de nosotros no hemos estado en una cola maldita y el reloj marca los minutos velozmente para una cita, pero es preferible decir a quien espera “estoy a la vuelta de la esquina”. Fácil. Esa es la clave. Parece que buscamos simplificarnos la vida de la manera que no es correcta, y ojo, esto no es siempre. Hay veces que la pared roza tu espalda y la espada tu yugular, allí no hay más remedio que confesar. No es estar en el banquillo de los acusados, es que la vida te las pone chiquita para cambiar de piel. Vivimos sumergidos en mil vainas pavosas, que si la religión, los preceptos sociales, los cánones de lo correcto o lo incorrecto y andamos tratando de estar vestidos de gala para precisamente galantear ante los demás todas nuestras debilidades. Es eso. El miedo a la crítica, porque es inevitablemente humano juzgar. Estamos para decir una verborrea de la cual hasta a veces no tenemos idea. Como por ejemplo, evaluar a los demás cuando uno no está en sus zapatos. Es cierto que hay cosas despiadadas que merecen ir a un tribunal, pero lo sano es mandar a quienes criticamos a nuestra misma inquisición. Ese malestar de quedar bien, ese virus de la pose, esa bacteria de decir o callar es lo que llamamos civilización. Es así, la libertad supuesta es la dictadura del pensar sobre el sentir. Secos por dentro gana lo maquiavélico, el cálculo, la suma cuyo resultado puede o no beneficiarnos. Aún así seguimos creyendo, dando votos de confianza, en un juego donde es absurdo apostar por lo desconocido. Pero somos un constante accidente, un choque espirogeneo que hasta se vuelve un laberinto. La tarea es la penicilina, conseguir una medicina tan particular e individual que sepa a nosotros y nos quite esta enfermedad. Sólo que es un mal incurable. Ni los avances del siglo XXI podrán conseguir la cura. 

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