Encontré un documento raído que olía a tormenta. Me permito compartirlo contigo pues es de suma importancia.
Algún día de diciembre 2005:
“Todo ha adquirido un sentido distinto, caduco, ya tácito. Camino, busco, encuentro, recuerdo, respiro, no puedo hablar, pienso, siento, me lamento. Me subo en la nube y voy al cielo estando en el infierno. Raspo mi piel, le echo alcohol, destruye, arde, quema, se impregna, la sangre es interna, la culpa externa, me rió, me callo, suspiro, me amargo. Hago un largo trazo, lo borro con la punta de los dedos, carezco de todo, pienso que soy nada, destruyo, construyo y nada aún me llena. Voy a la pared y lanzo mi cabeza, una, dos , tres, infinitas veces. Me visto, me desnudo, le doy todo a nadie, le doy nada a alguien, trazo una línea en un mapa y la borro con mis uñas rasgando el papel a ver si puedo llegar más lejos. No hay nada, no hay cama, no hay trama. Pinto mi piel de otro color voy a la fiesta del carnaval, odio la máscara, lo absurdo, lo inverosímil, mi autodestrucción, el empeño en sufrir, el no tener el corazón y la cabeza fría para ser feliz. Me oculto, desaparezco y hago paredes en mi rabia, hago accidentes de palabras, aprieto los puños, me clavo las uñas, no está, no hay nadie y no hay cadáver. Es blanco, es negro o es negro y rojo como mis recuerdos. Uso la memoria y la vuelvo inútil, insulsa, insípida, tardía y desmemoriada. Hago la poción me la tomo y no hay efecto, donde está mi hilo de Teseo en este maldito deseo. Caduco, tácito, foráneo, ermitaño, náufrago, histriónico, endeble, fuerte, se pliega y se extiende en un ser que ya no entiende.”
La autora una tal homónima, un par de años menor que yo. Soñaba con soñar y ahora ha descubierto que está viviendo. Nadie le explicó que el dolor es hundirse en los sueños y que vivir es estar despierto. Seguro la recuerdas, te manda saludos pero está muy ocupada fingiendo que no recuerda haber estado dormida para poder seguir despierta un rato más.
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