viernes, 13 de agosto de 2010

Impar



UNO: te pregunté si estabas ronco y me dijiste desde septiembre. Me dio pena. Nos besamos en el asiento de atrás de un mercedes muy pequeño y yo ya me sentía grande. Nos hicimos grandes amigos, al final me comprendiste y te comprendí. Han pasado diez años y sigues ocupando tu sitio en mi V.I.P. Tu voz sigue tan ronca como ayer y sufres del mismo mal de Dorian Gray que tanto me encanta padecer.
TRES: bailábamos bajo la lluvia y te cuidaba en tus excesos etílicos. Me hacías reír como nadie, eras la mejor amiga de este mundo. La más particular, tu autenticidad no se me parecía a la locura que te consume hoy. Me dejaste diciendo que no hacías lo correcto y cinco años después volviste pidiendo disculpas y reclamando pertenencias con miles de kilómetros de distancia entre nosotras. Aún me llamas y se siente incómodo. Amo mi antes contigo, mi hoy es un poco áspero y el lugar que te corresponde te raspa tu piel hasta sacarte yagas.
CINCO: dos encuentros en un mismo día te valió para secuestrarme por casi seis largos años. Los caracteres de este espacio no me alcanzan, así que paso.
SIETE: como dice Kuámasi “contaste y te fuiste”. El problema es que no contaste y ahí estás.
NUEVE: de nuevo yo boca abajo, boca arriba, brazos abiertos, labios prensados, pupilas dilatadas, mi nariz te persigue cuando no estás. De nuevo yo aspirando, suspirando y esperando. Me pierdo entre tus maravillas y espero en posición fetal la catástrofe del desencuentro.
ONCE: Aún no lo he contado ¿Quién sabe?
(apéndice) DOS, CUATRO, SEIS, OCHO, DIEZ: espacios vacíos que dejan que las historias se aten y desaten. Extirpadas, aniquiladas, fútiles. Experiencia baladí que hace sinapsis con las que me tocan los nervios.
Contar, enumerar, hacer la secuencia donde se pierde la magia, donde el hoy es ayer y el ayer tiene su forma pura en la imaginación. Porque no podemos decir ni la mitad de lo que sentimos, porque todos tenemos nuestros secretos involuntariamente confinados en el idilio. Mi vida es impar y mi suerte también. La tuya es otra historia pero las palabras no te alcanzan para decir cómo se sintió estar en el cielo y en el infierno… “Caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exaperantes…”

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