viernes, 13 de agosto de 2010

Hawai Bombay

Una mujer mujeriega es una redundancia. Encontrarse a alguien dos veces un mismo día también lo es. Así empezó el desatino de mi intuición. Siempre te despertabas temprano, desde que abrías los ojos comenzabas a dar discursos sobre los vecinos, Chávez, la oposición, los huelepegas que dormían debajo de tu edificio, la falta de dinero, etc. Los ruidos de tu carro te quitaban el sueño. Le tenías tanto miedo a la grasa, procurabas no mancharte la ropa y tener el talco cerca. Siempre decías que tu papá era un neurótico y era igualito a ti. Hablabas de mil libros, pero no te habías leído ninguno. Tu vida era una desgracia con banda sonora de Rudy La Scala y flamenco charnego. El amor no se te daba bien, era imposible para ti. Tu deporte preferido era ser infiel. Te gustaba cualquier mujer. Todo estaba bien si te sabían camelar. Tu cartera era la versión moderna de la de Mary Poppis, encontrabas desde linternas y destornilladores hasta Brugesic y corta uñas. La menstruación era un castigo para ti, siempre te derramabas. Llorabas mucho de la risa, sólo recuerdo dos veces tus pupilas desconsoladas. Te encendías velozmente como la pólvora, un mal movimiento de un tercero en el tráfico hacía que tuviésemos una pelea peor que árabes y judíos. ¡Pero cómo podías ser tan tierna! ¡Y cómo eras capaz de cocinar tan bien! Eras la mujer perfecta, enrollada hasta la médula. 2.190 días te vi, fuiste muy especial pero tu enredo no tenía ni cabo ni rabo. Había que tenerte paciencia, la mía era de cristal y se quebró. El alfabeto hawaiano tiene 12 letras, con tu nombre te robaste 4 y las hiciste tan tuyas que ya Maui para mí no tiene olas. Tus tsunamis eran ataques de estrés y el rompeolas era yo. Tus inseguridades te atraparon dentro de una tromba chacaitera con rostros de mala muerte que te alejaron de aquí. Tu vida era gris y te condolías de tu infortunio. Como Almodóvar, amabas las arrugas de Carmen Maura y a tu mamá porque te recordaba a ella. Te costaba avanzar, había que llevarte de las dos manos como si no supieras caminar. Sabías mentir, eras la Venus de lo que no existe pero tus mentiras me hicieron vivir.

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