viernes, 13 de agosto de 2010

¡Es fantástico reflexionar! (parte I)



El primer te amo se escapa de los labios sin hacernos caso. Forma parte del contrabando de emociones. No importa cuánto pretendamos retenerlo, evadirlo o demorarlo. El corazón se alivia de una emoción comprimida y añejada en un te quiero, muchas veces por una rebelión de nervios y otras por una resolución premeditada. Me gusta decirlo como si mi lengua estuviese poseída, me gusta cuando lo digo sin darme cuenta. Como un orgasmo del inconsciente, en un ademán de que lo dicho es inevitablemente cierto. El primer te amo es valiente y avergonzado, resuena entre dientes. Es un suspiro liberado que ancha el pecho y desocupa a la razón. Iniciamos el compromiso, el idilio y la tragedia cuando esas cinco letras son acuñadas con la verdad y pronunciadas sin desazón. Después de decirlo comienza el temblor y la pena cuando nos preguntamos si retumbó en el otro corazón. Si acaso aquella aventura de confesar un amor, es realmente heredera de otro te quiero fallecido y buscamos, sólo por un instante, la mirada ajena en busca de refugio luego de esa gran confesión. Con esto inauguramos nuestro penar y bajamos al inframundo a buscar a Eros, aferrados al recuerdo de haber dicho ese te amo tan verdadero pero a la vez sintiendo una lividez alarmante. El primer te amo es aquel que pesa, los demás sólo son copias baratas, fáciles y embotadas. Se repite y se repite siendo insuficiente para un querer ávido de novedad y uno empieza a hacer el ridículo, valiéndose de artificios que imiten ese primer beso de las palabras, siendo siempre insatisfactorio el resultado. El primer te amo va envejeciendo y encorvándose. Pasa de ser una emoción a ser una remoción y, finalmente, cuando ese amor termina, sólo nos queda el recuerdo de esa primera vez, donde el corazón bombeaba aceleradamente y no sabíamos muy bien lo que íbamos a hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario