viernes, 13 de agosto de 2010

Cosas domésticas

Para Mercedes
Siempre hay alguien peor que tú, justo ahora que creo que estoy ahorcada creo que el roce de la soga me encanta y mi dedo del medio se erecta con gran alegría para pintar palomas.
Hoy fue un día corriente, pasé por Altamira y me paré en un semáforo en hora pico. Noté una vez más que la gente necesita récipes morados o realmente tienen un serio problema con el color verde de los semáforos. Ojalá los daltónicos manejaran y no los yuppies orangutanes con estrés de punta en blanco. Los momentos kodak del tráfico que han flirteado con mis pupilas son memorables: parejas en moto que lanzan sus cascos en medio de una discusión, accidentes con mirones en el Guaire y lo típico el martilleo cómodo de te limpio el vidrio a propósito para que me des dinero o el folklorismo de usar niños cargados como si fueran un saco, bajo cualquier clima inclemente por dos lochas. Sólo quiero resolver esto con una frase así que cito a Melanio “qué fácil es”. Lamentablemente las circunstancias te obligan a resolverte y no a luchar.
Hoy también escuché una discusión padre-hija, en la mesa de al lado de un restaurant. La chica le decía “papá necesito pasar mis materias y quiero hacer una pasantía”, el papá respondía con un vibratto ofensivo “!a mí no me importa eso, sólo quiero que llegues a tu casa antes de las 10!”. Esta anécdota parece sacada de una obra de teatro del absurdo. Pero lo que más me gustó es que la chica después de aguantar aquellas “razones de padre”, dejó salir un argumento sencillo que pudo haber puesto en su lugar a cualquier desorbitado. El padre obviamente siguió con sus gritos herméticos. Me pareció un buen comienzo, cada nazi tiene su judío y cada negro tiene su blanco. Los gritos son ensayos de palabras que no dicen nada. Las guerras comienzan en silencio, sigilosas y la emboscada viene cuando menos te la esperas. El problema es que en este mundo nadie sabe perder J

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